De dragones y leones de siete colas.

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Si escribir es lo más parecido a desnudar el alma, mostrar los sueños en retratos oníricos es lo más cercano a vestirlos de poesía. Curiosa por descubrir dónde está la llave de tantas fantasías, me dispongo a soñar también yo, mientras contemplo ensimismada las fotos de Grete Stern en una de las salas del Círculo de Bellas Artes.

 

Sus pequeñas historias en las que lo cotidiano se transforma en magia, no dejan de asombrarme. Cualquier cosa tiene cabida, desde jirafas que conducen descapotables hasta monstruos con corbata en un laberinto de imágenes misteriosas que parecen salidas del sombrero de un mago. Un disparate en el que todo encaja como las piezas de un puzle o como las piernas de los amantes mientras duermen.

 

Confieso que me acerco a esta exposición desde la ignorancia, no lo niego. Es después de releer el folleto, cuando descubro un montón de detalles que no sabía. Desconocía por ejemplo que Grete, estudiosa de las vanguardias, se hubiera dedicado a interpretar por encargo, los sueños de un público fundamentalmente femenino en el consultorio psicológico de la revista argentina Idilio. Imágenes que ella misma se encarga de ampliar y recortar en una suerte de rudimentario fotomontaje en el que como un juego de niños, las tijeras y el pegamento de su hija constituyen la base de todo su trabajo. Y lo hace reivindicando, con un humor no exento de mordacidad, el papel de la mujer en una sociedad por lo demás poco dada a reconocer su valor fuera de la realidad domestica del cuidado de los hijos o el calor de los fogones.

 

Tengo la sensación de colarme por el agujero negro de los sueños. Un viaje de ida, sin vuelta, diría que sin remisión. Me pierdo en la grisura de sus fotos, entre espejos rotos, barras de labios y mujeres con tacones que arrastran pesadas piedras, secretarias cortejadas por tortugas. La influencia del cine es clara, alguna de sus fotos me recuerdan la atmosfera gris, un tanto inquietante de aquella película de Tourneur que tanto me gusta, si esa en la que Simone Simon se transforma en pantera antes de volver loco de celos a un atribulado Ken Smith o aquella otra en la que un hombre cada vez más menguante escapa de las fauces de un gato que intenta devorarlo.

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Contemplando sus fotomontajes, me pregunto cómo hubiera interpretado alguno de mis sueños más recurrentes, esa sensación de encontrarme pérdida en medio de una maraña de noches, trasteando calle abajo una maleta la mayoría de las veces vacía, incapaz de encontrar la salida a pesar de mi empeño. Estoy segura que como narradora de excepción, hubiera convertido mis desvaríos, en una galería de imágenes y quién sabe si convertida en un personaje de los tantos suyos, no hubiera acabado también yo, engullida por una boca de afilados dientes, o encerrada en una jaula de barrotes invisibles. Nunca lo sabré.

 

Una foto conduce a otra. Es como si hubiera estado avanzando a ciegas en medio de la oscuridad. Las 46 imágenes de la exposición dan para poco, y yo me he quedado con ganas de más. De mucho más.

 

Al salir, en medio del silencio solo roto por mis tacones, la escalera de mármol me lleva a otra realidad: la mía, mucho menos caprichosa pero tan verdadera como el rugido de ese león de siete colas que todavía creo estar oyendo. ¿Ustedes no?

 

 

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Sueños. Grete Stern. Círculo de Bellas Artes, Madrid. Hasta el 31 de enero de 2016.

 

 

 

 



Categorías:Momentos, Pensamientos, Sueños, Uncategorized

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