—Creo que necesito una cerveza.
Es lo único que acertó a decir tras secarse el sudor que como gotas perladas caían por su frente.
—¡Para te digo! —gritó esta vez, bajando el cristal de la ventanilla en un intento de sentir el aire de la carretera sobre su escaso pelo cada vez más alborotado.
—¿Estás loco? Espera al menos a llegar al próximo pueblo —le respondió Luisa al tiempo que le lanzaba una mirada furiosa.
La mochila le rozaba las piernas. Todavía debían faltar por lo menos dos horas para que llegaran al destino, y la boca cada vez la notaba más seca. Intentó sintonizar la radio en busca de alguna canción de éxito pero las interferencias hacía imposible otra escucha que esa estúpida melodía que ella tatareaba con nerviosismo desde hacía un buen rato.
Le pegó una patada a la mochila antes de arrellanarse en el asiento con resignación. Conociendo su condenado carácter sería difícil convencerla para hacer otra cosa que no fuera su voluntad. Se distrajo jugando con el mechero en el bolsillo y apenas la miró cuando hizo una peligrosa maniobra de adelantamiento dejando atrás un camión. Comenzaba a caer la noche y la visibilidad se hacía cada vez más reducida. Sin poder apartar la vista de la carretera se preguntaba cómo había llegado a ese punto de no retorno, como podía haberse dejado convencer, verse en una circunstancia así, él, que si de algo presumía era precisamente de su capacidad para salir airoso de cuantas situaciones comprometidas se pusieran a su paso.
Había sido unos días antes en un hostal, a la hora del almuerzo, cuando ella le había propuesto dejarlo todo, abandonar su vida rutinaria de secretaria en la editorial y lanzarse a la aventura de un futuro incierto. No le pareció un mal plan, él también estaba harto de su mujer y de su vida. Aunque viéndose ahora aguantando el peso del silencio en un viejo Alfa Romeo con una mochila cargada de dinero, convertidos en dos fugitivos, nadie pensaría lo mismo. Tampoco él. (Leer texto completo en Vozed)
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Foto: Dennis Hopper
Fantástico relato! Felicidades!
Mil gracias!
Siempre un placer leerte, Manuela…
Mil gracias. Todo un placer acogerte en mi blog.