Todos tenemos algún episodio en nuestra biografía que permanece arrinconado en la memoria, como ese vestido apolillado que lucha por abrirse paso en el armario, merecedor de una segunda oportunidad. Episodios que sacamos de paseo bajo siete capas de maquillaje y que revivimos como un Dorian Grey rejuvenecido, en cuanto la ocasión y una cerveza lo merecen.
El verano pasado, tuve la oportunidad de comprobar cuanto digo, durante las que fueron mis vacaciones en Portugal. Una comida y unas vistas al mar fueron las culpables de tantas confidencias. El resto, una conversación sosegada y un bacalao que aún no he olvidado. Y un amigo, que no cejaba en su empeño por contarme la que había sido la mejor anécdota de su vida. Una experiencia de juventud como viajante por pueblos perdidos de la geografía humana, que hubiera sonrojado al mismísimo Dustin Hoffman, otro viajante de cine. Correrías que por lo demás, no me eran nuevas, y es que mi amigo, siempre fue especialista en coleccionar desatinos, historias que por trasnochadas vagan interminables en cada uno de nuestros encuentros, como quien olvida cambiarse los calcetines y se mantiene confiado en que no tendrá que mostrarlos en público, pero al final, a la primera oportunidad, lo hace exhibicionista una vez y otra.
Tampoco esta vez fue distinto. Mientras mi amigo, me hablaba de hostales de segunda, de secretarias despampanantes, y de cómo se las trajinaba; yo me entretenía estudiando la carta, más pendiente, de las idas y venidas del camarero que de su relato. Pero si de algo peco, es de esa curiosidad un tanto morbosa de los escritores en ciernes, así que conforme los detalles se sucedían, más arrastrada me sentía por el entusiasmo de la espectadora de primera fila que oportunista, intenta hacer suya esa euforia ajena.
En aquel momento, absorta ya por completo en sus devaneos amorosos, hubiera hecho cualquier cosa por mostrarle también yo, mi cara más mundana, esa que tan bien escondo y guardo para mí y que solo algunos de mis íntimos desconocidos conocen. Si… no me miréis así… todo el mundo sabe que en esta vida nada es lo que parece ser, tampoco yo. Al fin y al cabo, si hasta Audrey Hepburn finge ser una mujer experimentada en Arianne con tal de ligarse al playboy de Gary Cooper ¿Por qué yo no puedo fingir ser una mujer de mundo? (Seguir leyendo…)
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Foto: Kiki de Montparnasse por Man Ray
Categorías:Momentos, Pensamientos, Recuerdos, Viajes
Bueno, la ficción es una manera de buscar la verdad a través de mentiras. A veces hay más verdad en una novela o en una película que en cientos de páginas de periódicos, ya sabes.
¿Qué sería nuestra vida sin estas mentirijillas que nos dan un poco de alegría? Que aburrimiento, ¿verdad?
Yo te creo. Pero no te creo porque te crea ni porque quiera creerte… te creo porque te creo y esa es mi manera de decírtelo con el lujo de la similitud de las bellas palabras que le puso Neruda a su poema.
Eso sí… te pido que no me digas si me estás mintiendo… prefiero descubrirlo por mi mismo…
Un beso de esos de los de lunes… con el punto justo de creencias compartidas…
¿Pero me crees o no? Espera que dejo la máscara… ahora si… ahora soy yo.
Te devuelvo el beso de lunes.
A pies juntillas…
Tienes ese nosequequequeseyo que hace que… que inspira confianza… digo.
Un beso, Chica della Fontana.
La vida esta llena de apariencias. Nada es lo que parece ni nadie somos lo que parecemos. Un mundo interior e intimo se esconde detrás de cada par de ojos, ajeno a los demás. Lo has explicado perfecto y ameno. Me ha encantado. 🙂
Gracias Libelia, es un placer tenerte como lectora ;))
Solo somos nosotros mismos cuando nos enfrentamos cara a cara con nuestros secretos más ocultos. Ellos nos conocen, no nos juzgan. Y compartirlos en voz alta es el mejor guiño que podrías hacerte a ti misma. Sea o no inventado.
Mi enhorabuena por tu entrada, muy interesante.
Ten un buen lunes, junio y preludio de verano.
Me alegro que te haya gustado. Por cierto, tienes un blog que me encanta. Un abrazo.
Yo me creo lo que tú quieras, ya lo sabes. La cuestión es poder leerte. 😉
Un abrazo!
Un millón de gracias Benjamín!
Las mascaras nos ayudan, a veces, a enfrentarnos a lo que nos rodea. Lo importante es que cuando nos miremos en el espejo, reconozcamos que hay una parte de nosotros tan íntima y personal que sólo nos pertenece a nosotros.
Un besete, Manu…
Me encanta la foto de Man Ray que se ajusta perfectamente a las distintas aristas o ángulos desde donde juegas a la verdad oculta… Muy interesante y bien escrito!
Un abrazo.
Man Ray es un genio. Sus fotos tienen algo que desconcierta, una mezcla de sútil erotismo, juego y seducción teatral. La fotografía era un pincel en sus manos… a mi me fascina.
Un millón de gracias Bárbara por leerme. Un abrazo de vuelta.
¡Es un placer!
Paragraph writing is also a excitement, if you be acquainted with
then you can write if not it is complex to write.