Debajo de la manta.

 

Lo reconozco. A veces mi imaginación se dispara cuando entro en una habitación de hotel. ¿A vosotros no os pasa? Una habitación de hotel: ese pequeño mundo al servicio de la imaginación y la urgencia. Un túnel sin salida para dos con dirección al cielo. Bailes sin ropa en la pista improvisada del lado izquierdo de tu cama. Fantasías con pestillos, sábanas arrugadas y esas ganas de querer que te hace daño aún cuando tus heridas estén cosidas con el mejor de los hilos.

 

No siempre sobrevivir a tantas emociones fue fácil, sobre todo cuando tienen fecha de caducidad y normalmente estas historias de hotel la tienen. Son muchas las fantasías que se esconden en los hostales de paso: simulacros de romanticismo de una noche, abrazos urgentes de ascensor con prisa por llegar. Hombres infieles y secretarias en la hora del almuerzo mientras en la radio suena una canción de desengaños. Frías y provocativas fotos en blanco y negro de Moriyama en un hotel Love cualquiera de una carretera olvidada. Otras veces, los hostales son el escenario perfecto para huir en medio de la tormenta sin otra compañía que un fajo de dólares, como lo hizo Janet Leigh antes de encontrarse con Norman Bates y su cuchillo bajo la ducha de Psicosis. Casi siempre, una excusa para inventar historias a partir de los ruidos y susurros que se filtran de otras habitaciones: construir parejas, abrazos y discusiones.

 

Hay un personaje de una novela que dice «Dormir solo por las noches es lo mismo que no tener nada». Tal vez lleve razón, no hay nada más triste que dormir sola en un hotel. Bajas la persiana y te escondes debajo de la manta con tu cuerpo encogido, esperando que la tormenta amaine de tus ojos, que pase la noche y la noche puñetera pasa tan lenta que parece que se haya detenido el reloj. Siempre sucede cuando estás en una cama que no es la tuya, cuando los brazos que te rodean no son los que tú quisieras: brazos incorrectos que a veces matan.

 

Quien me ha visto llorar, sabe que es una tristeza solo comparable con la que te viene al escuchar una canción de Gianna Nannini, mientras notas como tus ojos se enrojecen sin motivo y como las lagrimas se asoman tras la puerta cerrada, haciendo concesiones extrañas de lo que pudo ser y no fue. Planes que se proyectan como el que organiza un viaje solo de ida o como el que espera que llegue el verano en pleno invierno, mientras te quedas quieta y sigues llorando en silencio.

 

Dormir sola en un hotel es como sentirse personaje en un cuadro de Hopper, ese en el que una muchacha está sentada al borde de la cama medio desnuda en un hotel sin grandes lujos. Un hotel tan desnudo como ella, de noche… Sola con su equipaje sin deshacer y el horario de trenes al que consultar, con ese libro en la mano de palabras subrayadas y esa tristeza… Tal vez pensando en algo que acaba de leer, quien sabe si esperando a un hombre que se retrasa o que no va a venir. Rompiéndose en mil pedazos como un vaso que rueda por el suelo. Tal vez empezando una nueva vida lejos de su casa, un nuevo trabajo…

 

No hay soledad que pueda compartirse ni siquiera en un cuadro, ni siquiera debajo de la manta y yo a veces sin motivo me siento así.

 

DETALL~1

 

 

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Foto: “Habitación de hotel” de Hopper

 

 

 

 



Categorías:Momentos, Pensamientos, Recuerdos, Sueños, Uncategorized

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21 respuestas

  1. Está bien escogida la foto porque la sensación es como si leyeras un libro de poesía. Saludos.

  2. leooo y cierro mis ojos como si estubiera ay, que gran belleza. saludos

  3. perdona quería decir estuviera

  4. Te decía que ha desaparecido mi largo comentario…

    Los hoteles simbolizan el más ardiente de los orgasmos y la más absoluta soledad en apenas unos metros de diferencia…
    habitaciones asépticas si no son compartidas y bulliciosas sábanas desparramadas por el suelo o protegiendo un cuerpo de las miradas cuando intenta pellizcar inútilmente los cristales de una ventana con vistas al horizonte mientras es devorada plácidamente por los deseos…

    deseos solitarios o compartidos…

    Una sola habitación y tantas y tantas vidas diferentes soñadas o disfrutas entre sus cuatro paredes. Debería estar prohibido por ley la soledad como retrata Hopper…

    Un beso de esos de llevar en la maleta para disfrutarlo en el momento exacto y en el lugar adecuado… sin más. Feliz fin de semana.

  5. Las habitaciones de hotel a veces despiertan sentimientos contradictorios. Alguna vez de felicidad máxima o extrema tristeza.
    Creo que a todos nos pasa lo mismo.
    Cuantas historias en una sola habitación, No me sorprende que captemos cada una de ellas.
    Me ha encantado y la fotografía maravillosa.
    Un besote y un fuerte abrazo.

  6. Magnífico post.
    Hay pocos espacios tan cargados de melancolía como las habitaciones de hotel y desde luego, Hopper retrata ese sentimiento en toda su expresión.
    No se qué sería de gran parte de la música, la literatura y el cine del último siglo (y por ende, de nosotros y nuestro imaginario) sin las habitaciones de hotel.
    Así de primeras, a mi me viene esta:

    Gracias por despertar mi memoria.

  7. Las habitaciones de hotel son uno de mis mayores fetiches. Gracias por visitar mi blog, me encanta el tuyo y me quedo!

  8. Hoy fui a ese hotel presidenciable, sus cuadros de 1,500 usd, sus alfombras persas, su café Borbon, la gente ensayando su mejor cadáver, y yo divagando….

  9. Hola,
    Te he nominado al Liebster Award, un reconocimiento de la Comunidad WordPress. Aquí te dejo las indicaciones:
    http://archiduquesa.wordpress.com/2013/09/23/liebster-award/

  10. Gracias por interesarte por mi blog, Manuela, de parte de un aprendiz de escritor también. Cuéntame entre tus lectores.

  11. Esas habitaciones de hotel que tanto pueden ser lugar solitario, como lugar de apasionados amantes.
    Un saludo.

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