Revival 2.0

 

Por más que pasan los años y lo intente remediar, no puedo evitarlo. Cuando llegan estas fechas llenas de comprometedores compromisos, me empiezo a poner tan nerviosa que de buena gana me metería en mi caparazón, en mi habitación, y me quedaría mirando al techo, hasta que se apagase la última bombilla. En estas cosas lo que más odio son esas comidas, cenas, quedadas con amigos a los que hace siglos que no ves y que parecen obligatorias al llegar la Navidad. Es una mezcla extraña; por un lado me apetece volver a verlos, saber de ellos, sentir de nuevo esa conexión y esa complicidad que sólo sientes con el que de verdad te conoce, pero por otro, una especie de pereza enorme me atenaza. Los días anteriores a la multi-cita no paro de refunfuñar y cuando quedan ya pocas horas, los nervios me comen viva. Sobre todo ahora, en esas reuniones de compañeros de trabajo a las que aún siguen invitándome, tal vez por la costumbre adquirida durante tantos años. Y al final, descubres que ya casi todos son también ex-compañeros; pocos han sobrevivido a la limpia y los pocos que quedan están en la cuerda floja, tiritando, agarrándose a sus empleos como al único salvavidas. Volver a verlos, volver a oír sus andanzas en la empresa, cotilleos de oficina, es lo último que me apetece en estos momentos…ni en estos momentos ni nunca! Sería, en cierto modo, como abrir de nuevo la herida mal cicatrizada de mi despido, una herida aún tan reciente. No, no estoy preparada, que queréis que os diga, tal vez dentro de diez años… Diez años, ese es el plazo que me doy para encauzar mi vida. Pero no ahora. Aún me duele.

 

Desayuno con diamantes[1]

 

Aunque nada tan terrible como asistir a esas cenas de antiguos alumnos, a los que no ves desde que ibas al colegio o a la uni. Una especie de revival de amistades canceladas después de veinte años. Para mi, un infierno social, y es que, por mucha curiosidad que me despierte, no tengo en absoluto ninguna gana de asomarme al pasado, de plantarme de repente en un plató de ´Cuéntame`…Esas cenas donde a la mayoría de la gente no la recuerdas en absoluto, extraños con los que tienes en común menos cosas que con el frutero. Sólo queda, entonces, el recurso de la más descarnada crítica. Por supuesto, una crítica interior mientras te esfuerzas por mantener la más encantadora de tus sonrisas: y es que ahora está ahí el niño guapo sin un pelo de tonto -literalmente: sin un pelo- con mucha más barriga y una papada sudorosa, eso sí, embutido en un riquísimo traje de Armani; y ellas, las más listas de la clase y a las que te imaginabas como emancipadas mujeres liberadas, son ahora madres de tres bestezuelas que les dejan los nervios como a un veterano de guerra. Y aquellas que eran preciosas de la muerte, tan rubias y tan modernas, se han convertido, con el arrastre de los años, en señoronas sosas, previsibles y uni-neuronales…Suele pasar en cambio que aquella que recordabas escuchimizada, desgarbada y con la boca llena de hierros, es ahora todo un pibón, modelo o relaciones públicas de una alta empresa de comunicación o enterprise management, que por nombrecitos no quede. Y aunque te esfuerces lo indecible por llevar las conversaciones al lado opuesto de tu vida privada, lo peor son las preguntas: ¿estás casada? Pero al menos tendrás novio, no? ¿Y qué haces ahora todo el día, estando en el paro? ¡Qué suerte mujer, yo, entre el trabajo y los niños no saco ni una hora para ir al gimnasio…! Y ver cómo ellos son ahora grandes emprendedores de éxito o directores o ´seniors` de algo o de alguien y te dan su tarjeta mientras estrechan tu mano y con la otra trastean en teléfonos que parecen salidos de la Nasa. Y así, sin ver la realidad oculta de las cosas, miras cómo todo el mundo ha prosperado en la vida menos tú, que por no tener, no tienes ni perrito que te ladre.

 

La parte buena de toda esta virtualización de las relaciones sociales, es que con cosas como Facebook, rescatar amistades del baúl de los recuerdos es tan fácil y asombroso como leer la prensa atrasada y, por supuesto, sin todas las implicaciones emocionales que exigen las verdaderas amistades. Para esas cosas, lo mejor de internet es la nula necesidad de compromiso: ´Hola! soy tu compañero de 1º de BUP, recuerdas? Ese que se sentaba contigo y te puteaba a todas horas,…¿quieres ser mi amigo? Agrégame, porfa…` Y entonces lo más fácil es caer en ese ´me ajuntas` como los de antes pero a golpe de click y en versión 2.0, sin salir de casa, en pijama y, lo que es mejor, sin desagradables sobresaltos emocionales…mucho más sencillo que una cena, verdad?

 

Y leyendo esto, tal vez alguno de vosotros se vea reflejado y me vea como un espejo. Pero no os fiéis, soy un espejo con vaho. Sólo si pasáis la mano, me veréis tal cómo soy y como el refranero popular es tan sabio y ´hasta el más tonto hace relojes`, aquí me tenéis, una parada más haciendo de escritora.



Categorías:Momentos, Pensamientos, Recuerdos, Uncategorized

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2 respuestas

  1. Este post ha sido el mejor de todos… Real como la vida misma…

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