Después de tantas emociones acumuladas, cumpleaños en Venecia incluido, el otro día amaneció soleado, típico día otoñal, calmo y frío, de esos que te empujan a salir. Y así, movida por una energía como ajena, no me lo he pensado mucho y me he lanzado a la calle.
Me apetecía ir a la exposición de Jean Paul Gaultier en la Fundación Mapfre. Llevaba ya mucho tiempo posponiéndola y eso que me habían hablado maravillas de ella: Madrid homenajea al atrevido diseñador parisino; no sé si sabéis que ya lleva 35 años metido en esto de los trapitos. Pero claro, no estaba al tanto de que la Mapfre los lunes solo abre a partir de las 2, así que mi gozo en un pozo… Algo contrariada me he visto dando vueltas por este Madrid tan mío. No soy muy amiga de las improvisaciones pero a veces viene bien romper los esquemas y salir del encorsetamiento en el que nos movemos. En los caminos improvisados tal vez encontremos la ruta correcta. No os podéis imaginar qué bonito es Madrid con toda su luz plena: Recoletos, El Prado, Colón… Colón con la bandera gigante, un símbolo de esa españolidad que me encanta, tan nuestra, ahora que la bandera parece que pierde su verdadero sentido y está tan maltratada… Es un paisaje que obliga a fotografiarlo, a respirarlo, grandioso. La luz madrileña, los cielos madrileños…
Este Madrid también invita a ser callejeado, pateado, una de mis prácticas favoritas. Argensola, Almirante, Piamonte…calles escondidas donde se acumulan tiendas fantásticas de diseñadores novísimos, escaparates minimalistas de precios prohibitivos. También tiendecitas encantadoras de esos abalorios que tanto juego me dan…Llegas al mercado de Fuencarral, punto de encuentro de la modernidad y pijerío, pasas de largo y te enredas entre tabernas y tabernas de este Madrid cañí.
Y he tenido una sensación rara, como descolocada, disfrutando de este no hacer nada forzoso, algo culpable mientras veía a los oficinistas desayunando en los cafés y por una vez, por una sola vez, he sentido envidia. Ya no solo de los oficinistas trajeados, también de esos otros guiris ejerciendo de turistas, desayunando en las terracitas aprovechando el mínimo rayo de sol, reposando sus cámaras y sus guías junto al café y el zumo de naranja. Por un momento he sentido envidia, sí.
Estas vacaciones obligatorias me están matando. Sueño con maletas pero también con oficinas; sueño con viajes increíbles pero también con entrevistas de trabajo. Lo dicho, descolocada: yo no valgo para estar en casa.
[Ya de vuelta y por uno de esos maravillosos errores de internet, he conseguido entrar, durante un instante, en la exposición de Gaultier, http://www.exposicionesmapfrearte.com/jpg/visita_virtual/visita_virtual.html …y y todo sin moverme de casa…no os la perdáis!]
_______________________________________________________________________________________________________________
Cuadro: Automat de Hopper (1927)
Categorías:Momentos, Pensamientos, Recuerdos, Uncategorized
Deja una respuesta