Acabo de leer en una revista que para salir bien en las fotos no hace falta ser ni guapa ni especialmente desenvuelta. Tampoco es necesario tener una complicidad especial con el fotógrafo, ni tener un cuerpazo de infarto, que dicen que todos tenemos un perfil bueno y que bastan cuatro o cinco truquillos para que surja la magia. Eso leí en ese artículo pero os juro que en mi caso no funciona: porque una cosa es la teoría y otra la práctica… como en todo, como en las recetas de cocina.
Tengo un problema y es que casi nunca me reconozco en las fotos. Siempre salgo con los ojos cerrados o con una extraña mueca, cuando no con una sonrisa falsamente forzada. Nunca sé cómo colocar los brazos, aparezco rígida, agarrotada, no sé expresarme con la naturalidad que quisiera y mis facciones, que no son muy armoniosas, parecen cobrar un protagonismo desmedido. Y mirad que lo intento, intento ser yo misma olvidándome de la cámara, intento estar relajada, pero no hay manera: no sé qué tiene ese diabólico artilugio que tanto me intimida.
Pensaba en todo esto y en algunas cosas más, mientras contemplaba la exposición fotográfica de Emmet Gowin en la Fundación Mapfre. En medio de esa gran sala, rodeada de un sinfín de retratos de su mujer Edith: Edith dormida, Edith desnuda, Edith embarazada, pensaba envidiosa, en esa fotogenia natural que tienen algunas personas que traspasa la cámara y que lo dicen todo sin palabras. Me gustaría ser como ellas.
Porque, por mucho que digan los manuales de fotografía o ese artículo que acabo de leer, me he dado cuenta de que para gustarle a la cámara no bastan más que un par de trucos: hace falta tener ese don, una espontaneidad y una capacidad de saber transmitir tu personalidad en el momento en que el fotógrafo dispara. Llámese fotogenia o «dar en cámara». Hay gente que lo consigue con poco, a los que les sobra con una mirada, una sonrisa sincera desprovista de artificios: Edith Morris era una de ellas.
Su fuerte presencia hace que todo resulte natural y transparente, hasta el punto de que uno termina enamorándose de cada una de sus fotos, de su sonrisa franca y de su mundo, ese que nos muestra con sus padres, abuelos, hijos: estampas domésticas de la intimidad de su día a día. Imágenes que te atrapan desde el primer momento y que ya no te sueltan, de las que aún sigo enganchada.
No entiendo mucho de fotografía, pero para conseguir esta magia se requiere una cercanía emocional, una conexión entre quien elige el plano, prepara la luz, dispone el enfoque y dispara, y quien se pone al otro lado del objetivo. Una especie de tête à tête entre la humildad del fotógrafo y la presencia del retratado que debe saber ponerse en sus manos, entregándose y mirando al objetivo con la complicidad de un amigo o como si sedujera a un amante, abandonándose en un juego de confidencias y miradas, disfrutando y reflejando ese momento ante la cámara. Y Emmet Gowin lo consigue, consigue captar la esencia apasionada, no de la modelo, sino de la mujer a la que ama y que responde entregándose con una generosidad sin límites.
Sigo mirando las fotos. No me canso de verlas y mientras lo hago pienso que el arte de la seducción nunca fue lo mío. Tal vez sea ese mi problema: me cuesta mirar al objetivo como a un amante, no sé dejarme llevar, me falta seguridad para coquetear con la cámara, con el objetivo de un posible amante…no sé darme de ese modo tan apasionado y cómplice como lo hacía Edith y es allí donde llegan las pérdidas. Tal vez sea el miedo de que alguien pueda captar mi mundo interior y mis emociones más complejas, que descubra mis incertidumbres y que éstas queden retratadas ya para siempre, que alguien pueda ver el vacio que se esconde tras de mí, mi desorientación, mis ansias…porque nada es suficiente y lo suficiente es poco. Sí, también ante tu mirada.
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Foto: «Edith, Providence, Rhode Island, 1967,» por Emmet Gowin
La exposición de Emmet Gowin es mucho más que una sucesión de retratos de Edith Morris: hay imágenes de desiertos con cráteres de explosiones nucleares, visiones de Petra, imágenes del pequeño pueblo italiano Matena destruido por los terremotos, geografías extrañas de los campos de regadío de las llanuras de Kansas, los desiertos de Nevada fotografiados desde el aire…
Se puede visitar en la Fundación Mapfre de Madrid.
http://www.exposicionesmapfrearte.com/gowin/es/
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Yo me reconozco en las fotos, pero siempre me quedo con la duda de «¿se nota que el rictus es de no saber que cara poner o se pensarán que soy así de capullo? Bueno, si es lo segundo ya me han pillado…»
Anda ya, no exageres… seguro que sales en las fotos mejor que Robert Redford. En cambio yo cuando salgo bien, es cuando no parezco que soy yo y pese a todo sigo sin gustarme, ¿quien me entiende?
Todas las técnicas y teorías sobre fotografía sirven de poco si no existe esa magia entre el objetivo y la persona. Me siento un poco identificado contigo, creo que es algo que me dejé por el camino…
¿ sabes si se puede encontrar por internet un poquito más de esa exposición?
Y como no, el artículo genial. Pocas líneas son suficientes para sentirse identificado y transmitir, que al fin y al cabo es lo más importante.
Un abrazo
Me alegro que te haya gustado el post. En mi caso no existe esa magia, te lo aseguro. Y mira que me fastidia, me encantaría tener esa complicidad con la cámara, pero nada… no hay forma.
Por cierto, por si quieres profundizar aún más en la expo, te dejo estos vídeos (parte 1 y parte 2) muy interesantes.
Espero que te gusten. Un saludo.
Muchas gracias =)
Desde mi tontuna emocional con esto de la fotografía te puedo asegurar que quien sujeta la cámara tiene mucho que ofrecer a quien cree no ser fotogénica o digna de una buena fotografía. Recuerdo una vez que una amiga me decía precisamente lo mismo que leía en tu artículo [muy bueno por cierto] intenté quedar un día en un estudio y su cuerpo quedaba rígido como un palo, sus líneas de expresión representaban todo aquello que no quería ver, como si tuviera pánico a aquel objetivo y cambié…
Una amiga común la citó en un parque, en un banco que hay en un rincón tranquilo, yo me coloqué al otro lado y apostado con un buen trípode y el objetivo adecuado hice fotografías tan naturales como el mejor de los posados…
Se las enseñé..
Se echó a llorar…
Me abrazó y supe por su mirada emocionada que le habían gustado.
Nunca hay que despreciar a un/una modelo.
La fotografía se divide en dos partes, delante y detrás de la cámara.
Y yo que no quería comentar, menos mal…! Lo siento.
Un beso de los de martes, con todo el sabor del blanco & negro.
No digas eso Josep, me encantan tus comentarios y sobre todo me encanta que visites mi blog. Por cierto, el otro día hablaba con un amigo mío fotógrafo sobre este tema y según él la culpa que alguien no se sienta cómodo ante el objetivo la tiene el fotógrafo, él tiene que ser capaz de sacar lo mejor de cada uno. Tal vez sea así… en mi caso igual que cuando voy al médico tengo el síndrome de la bata blanca, también tengo el síndrome de la cámara de fotos cuando me pongo ante un fotógrafo.
Un beso esta vez de miércoles y a todo color.
Ains Chica M. Si tu imagen física es la misma que tu foto de portada… déjame que te diga que el Chico Leonés hizo un buen trabajo… Irradias tranquilidad…
Tal vez no era eso lo que esperabas… pero el efecto difuminado en primer plano y tu mirada comiéndote el objetivo creo que está muy logrado…
Enhorabuena a los dos…
Yo siempre digo mírame a mi, mírame a los ojos justo antes de tirar una batería de cuatro o cinco instantáneas seguidas… la primera no, pero la última captas una sonrisa…
La tuya está ahí y se te ve muy cómoda…
Ya sabes que es un placer Soñar Con Maletas… y seguiré viniendo para verlas…
Un besete sin artificio de los de miércoles acentuado.
Decir todo con una imagen……Saber contar historias con el rostro, sonreir con los ojos, mostrar dolor con un gesto, o placer con una sola mirada.
Tu tienes las palabras y el don de saber transmitir con ellas tus sentimientos, algo que me parece precioso. Pero estoy de acuerdo contigo, que alguien sepa transmitir sentimientos con imágenes, me parece de un mérito increíble.
Un abrazo
Saber transmitir emociones ya sea por escrito ya sea mediante una imagen es difícil, muy difícil y quien lo sabe manejar es un artista. Gracias una vez más por tus comentarios. Un abrazo.
He llegado a ti a través Josep de diario de palabras y alguna cosa más.
Referente a lo que comentas sobre la fotografía no todo lo arregla el Photoshop y si no se hace con respeto pienso que se puede perder al original. Estoy de acuerdo con lo que aquí se a dicho, a veces no sabemos dejarnos llevar cuando posamos.
Me ha gustado tu blog y lo que escribes.
Saludos
Cristina
Me alegro que te haya gustado mi blog. Esta es tu casa, serás siempre bienvenida. Un saludo