Por una rendija.

 

Para mucha gente su momento favorito es cuando empiezan algo, cuando todo es aún confuso y se sienten perdidos, cuando las cosas son tan impredecibles que no sabes cómo van a salir. Después, todo va cobrando forma y en medio de toda esa bruma se acaba encontrando el camino. Y mientras esto pasa, sólo recuerdas que afuera hace frío y que todavía queda mucho invierno por calentar.

 

Tienes miedo, pero sabes que la meta está ahí y ese recorrido a ciegas compensa tantas dudas. A veces te observas, miras adentro, te asomas a los recuerdos, haces repaso a tu vida interior y temes equivocarte…y después de este ejercicio de memoria te das cuenta de que has hecho un streaptease
emocional y que estás en el cuadrilátero de los sentimientos como si fueras una púgil del corazón. Sucede cuando escribes y las ideas se agolpan en tu cabeza y pasan después a la libreta que siempre te acompaña. Sucede también cuando te enamoras. Hay tantos amores diferentes como diferentes somos las personas, las estaciones del año o los cielos de las ciudades. Amores que llegan en el otoño como un huracán y se quedan para siempre. Amores abrasados en verano…

 

¿Habéis leído el libro de David Trueba «Saber Perder»? Tiene uno de los inicios más intensos y bonitos que haya leído nunca; empieza más o menos así: «El deseo trabaja como el viento, si encuentra una ventana abierta se cuela sin miramientos, pero si la ventana está cerrada, busca las grietas, los resquicios por donde colarse.» El deseo no es racional, maneja sus propias reglas y a veces uno las rompe provocadoramente, colándose por las rendijas. Y si no que se lo digan a la protagonista de la serie que descubrí el verano pasado, “Men in trees”. Trata de una escritora que tras la ruptura con su novio acaba por casualidad en un pueblo perdido de Alaska. Es un pueblo en el que solo hay hombres. Las noches no tienen otra diversión más que visitar el viejo bar, un lugar oscuro, sórdido pero tentador, con un montón de lugareños dispuestos a invitar a un trago a una chica guapa. Es ahí donde ella conoce a un tipo y surge una atracción velada y una tensión sexual que se va escribiendo capítulo a capítulo. Después aparece la ex –siempre hay alguna ´ex`, no falla- y lo complica todo. Es inquietante ver los acercamientos, acuerdos y desacuerdos, que se dan entre ellos. Me ha venido a la cabeza esta historia de repente, al hablar del deseo: un imán, una atracción ciega y fatal velada por un cuadro de Magritte.

 

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Antonio Gala dice que el amor es una comedia donde, para bien o para mal, todos nacemos con los papeles repartidos. Cuando nacemos, ya traemos debajo del brazo el papel de protagonista o de antagonista, el papel de amante o el papel de amado. El reparto no es del todo rígido. El amante también se siente correspondido y el amado también corresponde, un tête a tête. Pero lo que está claro es que al nacer ya sabemos cuál será nuestro papel. Tanto el amante como el amado luchan por ser los protagonistas de esta absurda comedia. Y tal vez por mi forma de ser, siempre he asumido el papel de amante a la que le gustaría ser amada ¿O es que he sido amada de un modo apresurado y no me he enterado? Hay que saber también leer entre las líneas de una relación, ya lo hablamos, errores que sólo comprendes cuando ya nada tiene remedio…Seas lo que seas, amante, amado…lo mismo da. Puede que en el pasaporte de mi nacimiento esté ya escrito que mi futuro está en un pueblo perdido de Alaska, tal vez ese de la serie, lo mismo allí hay trabajo para mí y hombres que se decidan a lanzarse al cuadrilátero. Como dicen los italianos, ´chi lo sa…` Mientras tanto, iré preparando las maletas.

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Cuadro: Los amantes de Magritte



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