Una extraña euforia

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No se me olvida, no. Fue una mañana de mucho frio cuando le vi entrar con prisa, en la oficina de Correos. No se me olvida, porque allí estaba yo en una esquina, y vi como cruzó el vestíbulo con el abrigo abotonado y las manos en los bolsillos, ajeno a los que como yo esperábamos pacientes que nos tocara. Acostumbrada a verle en otros escenarios más nuestros, su presencia allí, por inesperada me dejó tan sorprendida, que en lugar de acercarme y saludarle como hacen los viejos amigos, continué en mi rincón, pequeñita, estudiándolo, viendo como discutía con una señora que le recriminó por no esperar la cola y como al fin, tras algunos titubeos, pasó al mostrador del fondo donde fue atendido.

 

Ni siquiera después, superada la sorpresa y tras verle recoger su paquete, fui capaz de abordarle, me limité desde mi esquina, a verle escapar con la misma urgencia con la que entró mientras se montaba en un coche negro hasta que se perdió en la nada. De regreso a la oficina, no podía quitarme de la cabeza su recuerdo. En realidad, trataba de justificar mi actitud, esta pasividad absurda que me paraliza cuando menos me lo pienso. De haberme visto, hubiera tenido que explicarle mi presencia allí, hablarle de mi trabajo, del agobio en que me veo inmersa cada día, incluso probablemente hubiera tenido que hablarle del hijo de puta de mi jefe, y quien sabe si también contarle mis dificultades para cobrar a fin de mes. O tal vez no, tal vez hubiera bastado mostrar una normalidad inexistente acompañada de mi mejor sonrisa; todo con tal de aparentar una realidad que no es tal, una vida feliz que no tengo, si la comparamos con la suya, la que siempre había supuesto una vida perfecta y de éxito.

 

Llegué a casa y me perdí en mis quehaceres cotidianos hasta casi olvidarme del asunto. Sin embargo, su imagen volvió por la tarde con fuerza a mi cabeza, divagaciones absurdas que iban y venían mientras preparaba la cena. No era mi intención, pero cuando quise darme cuenta, había dejado de pelar patatas y le había mandado un mensaje; un mensaje escueto, que decía: Esta mañana te he visto en la oficina de Correos. Nada más. (Leer texto completo en vozed)

 

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Foto: André Kertész

 



Categorías:Momentos, Uncategorized

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